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TRADICIÓN Y PRESENTE DE LAS LETRAS WAYUU

Ana María Ferreira

CHARLA NARRATIVAS WAYUU

Muchas veces, cuando pensamos en la literatura indígena, pensamos en la tradición oral y en la escritura en otro tipo de medios, como en tejidos y cerámicas. Todas esas formas de expresión literaria están presentes en la cultura wayuu y son muy valiosas y muy ricas. La tradición oral wayuu es extremadamente rica y se ve reflejada en su sistema judicial. Por ejemplo, lo que conocemos en español como los palabreros, en el lenguaje wayuunaiki es el pütchipü, persona que se vale mucho de las historias para resolver problemas o solucionar conflictos. La historia tradicional está muy viva y actúa en la cultura cada día. También están los jayeechi, canciones llenas de significados. Pero en esta presentación nos centraremos en los libros y la literatura escrita.


La tradición escrita wayuu empieza a ser estudiada a mediados del siglo XX, cuando Antonio López escribió un relato bastante dramático llamado Los dolores de una raza, que se puede conectar mucho con el indigenismo que se estaba pensando en Perú y Ecuador en 1957. A partir de eso, la literatura wayuu encontró en la escritura una nueva forma de narrar y no ha parado: cada vez hay más escritores.


Hay dos escritores que son muy importantes y a los que siempre pienso hay que darles un reconocimiento. El primero de ellos es Ramón Paz Ipuana, quien nació en 1937 y murió en 1992. Él fue un profesor comprometido con la educación bilingüe wayuunaiki-español y el texto que más me gusta de su obra es El burrito y la tuna, una historia realmente fantástica. El otro es Miguel Ángel Jusayú, quien nació en 1933 y falleció el 2009. Miguel Ángel es una figura casi mítica en la literatura indígena en general y wayuu en particular, ya que junto a Ramón Paz Ipuana abrieron un camino para una nueva generación de escritores e intelectuales indígenas tanto en Colombia como en Venezuela, ya que los wayuu, aunque les gusta mucho viajar y están repartidos por todo el mundo, habitan principalmente en la península de La Guajira que comparten Colombia y Venezuela, siendo una comunidad binacional.


Es decir, hay wayuu a ambos lados de la frontera y hay relaciones familiares, de negocios, sociales y culturales. Esto es muy interesante, porque aunque Colombia y Venezuela han tenido problemas en el pasado, es importante recordar cómo las personas que habitamos los territorios no tenemos esos problemas. Cuando los países están en conflicto, en la frontera seguimos teniendo relaciones de amistad, familia y colaboración, especialmente ahora que se viven situaciones políticas complejas en nuestro continente. Es importante mencionar que cuando Venezuela vivió un auge económico gracias a la producción petrolera, muchos colombianos y wayuu migraron a Venezuela, de la misma manera en que hoy estamos recibiendo a muchos hermanos venezolanos en nuestro país. Es necesario mantener vivas estas relaciones y tradiciones, y yo creo que los wayuu son un ejemplo de esto.


Miguel Ángel Jusayú fue profesor de etnoeducación y lenguas indígenas de la Universidad del Zulia, ganó el premio Nacional de literatura en Venezuela y, en su extensa producción literaria, propició un gran avance en relación a la escritura wayuu pues elaboró diccionarios y gramáticas, y escribió sobre la morfología del idioma wayuu. Por ende, su aporte a la escritura wayuu no solamente se desarrolló en el terreno de la literatura, sino que también en el de la educación y la lingüística.


Tras estos nombres de los que no podemos dejar pasar, quisiera mencionar solamente algunos otros escritores wayuu. Los hijos literarios de estos personajes son Vito Apüshana, quien ganó el premio Casa de las Américas de Poesía; Estercilia Simanca, que no sólo es una gran escritora sino que una gran amiga y Vicenta Siosi, quien ya es parte del canon de la literatura wayuu. Hay otros más como Rafael Mercado Epieyú y Juan Pushaina, que son las nuevas caras y que están escribiendo también, entre muchos otros. Eso por parte de los wayuu colombianos, pues al otro lado de la frontera está por supuesto Reinaldo de Fernández y también una mujer cuyo trabajo es importante compartir: Jayariyú Farías Montiel, también conocida como Jaya, quien desafortunadamente murió hace poco, en el 2017.


En la parte venezolana, en la región de Zulia, los wayuu eran muy activos en el campo de la literatura: realizaban actividades educativas de forma periódica, publicaban el periódico El Wayuunaiki y estaban a cargo de iniciativas que en Colombia ni se soñaban. Venezuela estaba un paso adelante en el reconocimiento a la tradición y en el apoyo a la comunidad, y Jayariyú fue una de las precursoras de estos avances. Así como la cultura wayuu fue tan apreciada en Venezuela, también lo fue Jaya. Ella fue la editora y creadora de El Wayuunaiki, una mujer incansable y muy feliz y amable, quien dejó un gran vacío y cuya familia generosamente compartió conmigo algunos de los textos que ella estaba escribiendo, como un libro de poesía bastante interesante y nosotros hemos tenido la posibilidad de publicar algunos de sus poemas y traducirlos al inglés. Es alguien a quien echamos de menos pues hizo un gran trabajo en el proceso de preservar y compartir El Wayuunaiki.


En cuanto a nuestros proyectos, junto a Vicenta Siosi y Reinaldo de Fernández y otros escritores, les comparto que hoy trabajo como editora invitada en Latin American Literature Today, una revista que habla sobre literatura latinoamericana y tiene un dossier de literaturas indígenas wayuu en cada número, con traducciones al inglés y español. Si tenemos poemas en lenguas nativas, se hace en tres idiomas por lo menos. La visión de la revista es que las literaturas indígenas salgan de América Latina y sean leídas por un público más amplio.

Esto también tiene que ver con que muchos de los que trabajan en este proyecto son, como yo, profesores de literaturas latinoamericanas que estamos trabajando en los Estados Unidos y queremos tener más material para compartir con nuestros estudiantes. Creo que el trabajo del profesor es mostrarles a los estudiantes y a una comunidad más grande la enorme riqueza y talento de nuestros escritores indígenas. Parte importante de mi proyecto como profesora e investigadora es dar a conocer la obra de estos escritores indígenas.


Sin embargo, como no todo el mundo habla español, ha sido interesante el trabajo de traducir estos textos al inglés. Hemos traducido un cuento de Vicenta y algunos de sus poemas, además de un texto relacionado a su obra. Fue un proyecto bien bonito que emprendimos con Reynaldo, pues uno de mis estudiantes que escribe, lee mucha poesía y es bilingüe español-inglés, nos ayudó con la traducción de los poemas de Reinaldo y fue realmente un proceso muy bonito en el que dos chicos muy jóvenes pudieron trabajar juntos, desde dos culturas tan diferentes. Leímos los poemas de Reinaldo en clases y hemos hecho el ejercicio de traducirlos otra vez.


Los temas que aborda la literatura wayuu es su cultura, que es rica y compleja. Pienso que quienes estudiamos las literatura indígenas y nombramos nuestros congresos y eventos sobre las literaturas andinas, muchas veces no nos damos cuenta de lo enorme y diversa que ella es. La literatura wayuu es la literatura del desierto. A mi me gusta mucho hablar del desierto como metáfora y el desierto como geografía.


El desierto Guajiro, como todo desierto, es caliente y árido; las personas que viven allí están acostumbradas a este tema, pero a uno le da muy duro el calor. Eso no quiere decir que no esté lleno de vida y agua. La Guajira está dividida en tres regiones geográficas. La alta Guajira, de muy difícil acceso, sin vías que le conecten, por lo que es imposible de viajar durante la estación de lluvias. Esto hace que la cultura se haya preservado muchísimo más, pero también hay consecuencias negativas, como la falta acceso a servicios básicos de salud o educación. Hay que reconocer que ahí la presencia del Estado, como siempre en Colombia y en muchos otros países, ha sido enemiga de las comunidades.


En la media Guajira está Uribia, capital indígena de los wayuu. Era un pueblito en el pasado, pero en la actualidad está viviendo un proceso de crecimiento. Ya hay más accesos y más educación. Allí también se encuentra Maicao, una ciudad ubicada muy cerca de la frontera con Venezuela. Fue una ciudad muy próspera durante la bonanza del petróleo en Venezuela, sin embargo, muchos negocios han cerrado en los últimos años. A pesar de todo, la región se mantiene luchando por seguir adelante.


Finalmente, la parte sur de La Guajira, la baja Guajira, es donde se convierte en la Sierra Nevada de Santa Marta. Ahí hay relaciones con otras comunidades indígenas, como los arhuacos y también con los alijunas, que se encuentran muy cerca de grandes centros urbanos. Esos tres lugares geográficos del desierto también se pueden pensar como espacios culturales, donde los wayuu son diferentes y podemos pensar esa diversidad dentro de la comunidad.


Los wayuu han sido afectados, como todos nosotros, por la política. En Colombia hemos tenido muchos problemas con la violencia y el narcotráfico y los wayuu han sido víctimas, como casi todas las comunidades campesinas y rurales. Los problemas de los wayuu están ahí y aparecen en la literatura, así como también aparecen las felicidades. El desierto es un elemento que surge muchísimo en su literatura, por eso me parece importante mencionarlo en términos geográficos, porque el desierto, el viento y el mar son imágenes que están siempre presentes en los trabajos de nuestros autores y que hablan sobre la cultura.


Sin embargo, también están los problemas sociales. El texto que tradujimos de Vicenta Siosi es un texto muy fuerte sobre violencia y las familias en las comunidades wayuu, que son temas impactantes pero necesarios, pues no solo son las estrellas y las felicidades, sino que también tenemos que hablar de las cosas que afectan a la comunidad.


Para terminar con una nota más feliz, uno de los textos que leo a mis estudiantes, de Miguel Ángel Juyasú es Ni era vaca ni era caballo. Es un texto muy gracioso e interesante sobre la primera vez que Juyasú vio un auto que ni era vaca ni era caballo. Es un chiste largo, un ejemplo de cómo la narración wayuu juega con la realidad, porque definitivamente es una referencia a lo que estaba pasando en ese momento con la comunidad, pero con mucha gracia y mucha felicidad. Es un reflejo que, para mí, trabajar con los wayuu y en la Guajira ha sido una fuente de mucha alegría, mucha amistad y muchas cosas felices que me alegra poder compartir en esta presentación.


Ana María Ferreira, Colombia: Profesora de la Universidad de Indianápolis donde enseña español, literatura y cultura de América Latina en el Departamento de Global Languages and Cross-Cultural Studies.



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