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SACO: UTOPÍAS APLICABLES

Dagmara Wyskiel

CHARLA ARTE EN CRISIS

SACO comenzó como un proyecto pequeño, una Semana de Arte Contemporáneo hace una década. En los siguientes años pasamos a durar dos, tres y cuatro semanas. Cuando llegamos a las siete, nos dimos cuenta de que no podíamos seguir llamándonos así, y nos transformamos en un festival. Hoy hemos pasado a una bienal absolutamente atípica, que no copia esquemas externos, un evento cíclico que ha nacido desde la necesidad de ir dialogando con la comunidad sobre la cultura, de ir incentivando la creación, la reflexión, la documentación y desestigmatización.


La subordinación funcional productiva constituye uno de los problemas más graves de varios territorios chilenos. Antofagasta y toda la zona, incluyendo Calama, Copiapó, Tocopilla y Mejillones son territorios de profunda estigmatización extractivista e industrial, de contaminación y por supuesto, estamos en un panorama cultural extremadamente opuesto a lo que podríamos llamar un territorio fértil para desarrollar ese tipo de proyectos culturales.


Es importante aquí que nos acordemos de lo largo que es Chile, con aproximadamente 4300 km de largo de extremo a extremo. Cada año las universidades privadas y estatales ofrecen matrículas en entre 9 y 13 Escuelas de Arte, concentradas en solo 766 km. Fuera de ese rango, no hay carreras de patrimonio, de arte, de curaduría, cine, fotografía, historia del arte, filosofía. Somos territorios que deben obrar para cumplir con ciertos diseños económicos, gestionados y dirigidos desde esta franja entre Valparaíso y Valdivia. Su geografía tan larga y tan estrecha, apretada entre los cerros y el mar, provoca que todo lo que sucede en Chile se mueva entre norte y sur, pasando por la zona centro.


Regresando a la distribución de las Escuelas de Arte, este mapeo nos hace cuestionar a qué territorio pertenecemos. La distancia de Antofagasta a las Escuelas de Arte más cercanas (Arequipa y Salta), nos hace replantear seriamente la territorialidad, cuestionar con quiénes nos identificamos y cuáles son nuestras referencias. Hoy, nuestros pares, con quienes generamos una conexión profunda, son Salta, Jujuy o Tucumán. Son territorios con los que nos entendemos a un nivel mucho más profundo que con la escena artística de Santiago.


Ese tipo de mapeos son muy importantes para no ir repitiendo ciertos complejos de provincia y repensar, descolonizar y empezar a estructurar otros sistemas culturales, con los cuales estemos más comprometidos, porque estamos convencidos de que este trabajo es también un antídoto a algunas de tantas crisis provocadas por heredar la estructura centralista, la que viene a la vez del poscolonialismo.



Más allá del contexto económico donde todos tenemos nuestras opiniones sobre el poder y lo político, donde debemos estar más activos es en lo nuestro. Para superar esta crisis de la eterna provincia, hay que proponer nuevas estructuras, porque por supuesto las que necesitamos, no vendrán desde el centro. Somos nosotros quienes tendremos que ir dibujandolas y haciéndolas realidad.


SACO es, por supuesto, una utopía, es una bienal internacional sin espacios expositivos propios. El norte de Chile, entre sus múltiples carencias, no posee suficientes espacios culturales, adecuados para la exhibición, colección, documentación e investigación de la producción artística. Nosotros no tenemos un espacio propio y entendemos la infraestructura de una manera diferente: nos hacemos aliados de muchas instituciones a quienes les ofrecemos exposiciones.


En los tiempos de la crisis pandémica, el uso expositivo de espacios exteriores nos juega a favor, porque nos permite mantener la distancia entre las personas con más facilidad que en un museo. Estamos mejor adaptados, ya que no tenemos salas. Es una de las mil paradojas que en los periodos críticos reflotan. En general, las instancias culturales en el norte de Chile, hoy en día tienen grandes oportunidades. Con las galerías y museos de arte en la zona oligárquica del país cerrados, es tiempo oportuno de surgir en el desierto.


En nuestro caso, no nos pueden cerrar algo que no tenemos. Es triste e irónico, pero nos ha dado mucho en qué pensar: vivimos una crisis permanentemente, la tenemos domesticada, y la vivimos día a día en el contexto cultural. Vivimos en regiones donde raramente llueve, lo que es una bendición, porque tenemos más libertad para utilizar exteriores como espacios expositivos.


Pero ojo, no estoy diciendo que eso sea normal o sano. Todo el tiempo tenemos una postura muy crítica frente al abandono estatal de su deber en inversión permanente en infraestructura y programación artística, porque seguimos hablando del goteo y eso es algo que debería cambiar. No obstante, sabiendo que estamos en una situación muy precaria, no nos quedamos de brazos cruzados y estamos permanentemente trabajando. De hecho, SACO9 se realizó en 2020 entre octubre y diciembre en Antofagasta, con la presencia de 14 artistas y curadores internacionales, todo un desafío logístico y de seguridad. Esto se logró gracias, entre otras cosas, a que estábamos exponiendo en un espacio abierto. Si hubiera existido un museo, probablemente no hubiéramos logrado tener exposiciones con apertura al público.


A lo largo de la existencia de SACO hemos creado diversas soluciones a la falta de museos y galerías, como convertir domos en salas de exposiciones. También utilizamos espacios públicos, como el clásico Muelle Histórico Melbourne Clark para el cual realizamos la convocatoria internacional y siempre llegan muchísimos proyectos. Este año llegaron 233 de cuatro continentes, lo que es increíble. En algún momento pensé que los artistas se podrían complicar con la logística, sin saber si los aviones iban a salir o si tendrían problemas para ingresar a Chile. Pero los creadores necesitan trabajar fuera de la pantalla y contactar tanto con la obra y la materialidad, como también con el público mismo y sus pares. Es cierto que estamos en crisis, pero persiste una demanda por viajar, producir y hacer una obra in situ, la que permitió llegar a los números históricos que alcanzamos en 2021.


Creo que es importante enfatizar que la crisis es para nosotros un estado permanente. A través de la deselitización se rompe el mito de que para entender el arte contemporáneo hay que ser un erudito y tener estudios. Para eso estamos en espacios populares, como la plaza, el muelle, el parque, en cualquier lugar, con una exposición o taller gratuito, y especialmente con programas de mediación y educación. Con la educación sí se que deselitiza efectivamente.


La clásica reacción de una familia antofagastina, cuando llega a la exposición, es decir que no entiende de estas cosas. Esa es la verdadera crisis: que la gente piense que no puede disfrutar. Nos preguntamos qué ha pasado con la educación, con la estigmatización, dónde nos hemos ido como gestores para que la gente le tenga miedo al arte contemporáneo.


Ese es un desafío tremendo y es infinito lo que queda por hacer. Nos queda construir y reconstruir los lazos territoriales que de alguna manera nos fueron robados, mutilados o al menos dañados. Es tremendamente importante trabajar desde los núcleos artísticos de producción local o territorial, entendiendo que no siempre debemos buscar referencias en la capital, que es lo típico para un país con este nivel de desequilibrio demográfico.


Es notable que los artistas de todo el mundo quieran venir a trabajar al desierto, que es un templo contemporáneo. Los creadores necesitamos desconectarnos, tener un poco de tranquilidad y concentrarnos en nosotros mismos y en nuestros procesos creativos. Es un lugar absolutamente privilegiado, es una galería perfecta sin muros y el lugar ideal para encontrarse con uno mismo; es la incubadora y el lugar para iniciar el proceso. Allí no hay crisis, o las que hay son de otro tipo, pero hubo y hay Atacama y la tendremos para siempre. Teniendo nuestro desierto y teniendo artistas, podremos sobrevivir a esa crisis y las que vengan, porque sabemos que aunque las cosas no mejorarán de un día para otro, vale la pena seguir trabajando.


Dagmara Wyskiel, Polonia: Doctora en Artes de la Universidad de Bellas Artes de Cracovia. Artista y Directora de la Bienal Internacional de Arte Contemporáneo SACO.


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