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Usos sagrados de objetos e imágenes indígenas, en templos del Sur Andino

Magdalena Pereira y Liliam Aubert, presentaron parte de las reflexiones de la última edición de Arica Barroca, De lo doméstico y lo sagrado, en la sede desconcentrada de Checacupe de la Universidad Nacional de Arte Diego Quispe Tito, Cusco. En la ocasión, expusieron sobre la relación que ha existido entre los pueblos indígenas sur andinos y los usos que estas comunidades les han dado a diversos elementos prehispánicos, coloniales y externos; mostrando así, el tránsito de los mismos desde sus usos domésticos a los rituales.



Esta presentación tiene que ver con muchos años de trabajo de restauración de templos al interior de Arica, en los denominados Altos de Arica. Estos territorios fueron parte del antiguo arzobispado de Arequipa, el cual tuvo dos doctrinas importantes: la de Codpa y la de Belén. Fue a través de estos templos, durante la restauración, que se nos abrió el mundo del Sur Andino, ya que estos son representativos de la cultura del lugar, pero también de la cultura extendida, transfronteriza, de cómo viven su ritualidad y religiosidad, así como su ámbito doméstico (que incluye el paisaje exterior).

Estos objetos, que pueden ser domésticos puesto que se usan dentro del hogar, corrales y el pastoreo pasan a estar dentro del templo y cumplen una función distinta, que los convierte en sagrados.

Los hunos y la domesticación del espacio


En la estepa eurasiática, donde habitaban los mongoles, y antes los hunos, hay un clima muy parecido al de este territorio, aunque más agreste y severo, donde estas tribus manifestaban temor frente al mundo exterior, inhóspito. Por su carácter nómada, ellos salían en busca de sustento, comida y agua. Su movimiento generaba, a su vez, tensión en el espacio, debido a su carácter guerrero. Lo anterior es una de las causas que explican la construcción de la muralla china, para tener a raya a estas tribus. Los hunos invadirán al Imperio romano, puesto que eran muy hábiles guerreros y tenían una visión expansiva e imperial.


Para lograr vivir y habitar las estepas euroasiáticas, el caballo era fundamental, si no sabían cabalgar o movilizarse, estaban frente a los peligros del entorno. Por lo tanto, para lograr domesticar el espacio, entendían que el exterior, primero, estaba cubierto por una bóveda celeste -el cielo, sus estrellas-, que contenía toda su vida de trashumancia.



Ellos hacían textiles, porque vivían en tiendas, y para abrigar estos espacios tejían mantas, se desempeñaron como hábiles tejedores y artesanos. En estos textiles tan antiguos -que se les atribuye al siglo V A.C.-, se ha visto que lo que contenían era la misma bóveda celestial y los animales representativos del lugar, de esta forma ritualizada y estilizada, lograron domesticar el lugar, aprehendiéndolo y haciéndose de él: tejiendo y dibujando.


En cuanto al material de sus tiendas, consistía en un textil llamado fieltro, este les permitía montar y desmontar nuevamente el campamento. Por dentro, su lugar doméstico estaba totalmente alhajado y decorado, con textiles bellos, no solo para decorar, sino también para transmitir su identidad como grupo étnico a través las figuras plasmadas, los colores, formas, etc.


Estas formas de habitar llegaron a influir en Roma al cristianismo primitivo y sus tempranas formas artísticas. Lo anterior, también se ha dejado sentir en este continente, por ejemplo, en la Iglesia de Curahuara de Carangas, templo católico boliviano, también tiene plasmada una bóveda celestial con la corte de los santos.





Doméstico y sagrado en el Sur Andino


Los templos son representativos de la cultura del lugar, pero también de la cultura extendida, transfronteriza, de cómo viven su ritualidad y religiosidad, así como su ámbito doméstico.

Desde el ámbito sur andino, las rutas trazadas por los huari y los tiwanaku y, posteriormente, consolidadas y mejoradas por los incas, fueron muy importantes para la colonia, vincularon desde el cruce Huancavelica hasta Potosí, saliendo por Arica, donde sacaban la plata de Potosí. Nos encontramos con una cultura muy fuerte del habla quechua y aymara, en donde el espacio resulta tranquilo; a pesar de amenazas que puedan habitar el territorio, para las cuales se realizan ciertos rituales.


Los pueblos que componen la Ruta Barroco Andino existían como aldeas que estaban dispersas por el territorio. Cuando llegan los españoles, y traen esta religión foránea que implantan con la evangelización, el virrey Francisco de Toledo, en 1570, ordena reducir las aldeas a pueblos, como una estrategia para poder evangelizar y controlar esta ruta comercial. Por lo tanto, se fundan estos pueblos con sus respectivos templos principales.

En este territorio con vestigios prehispánicos, también podemos encontrar las colcas, que son reservas estratégicas en ciertos lugares del territorio que guardan semillas, alimentos y granos. Por otra parte, encontramos las chullpas, torres funerarias que dan cuenta del simbolismo antiguo en relación a la muerte en estos los pueblos. Luego, podemos encontrar pinturas rupestres, petroglifos y geoglifos, que no solo eran un mero adorno, sino que servía como un sistema de comunicación visual, marcando sectores estratégicos en los caminos para las caravanas, y para cuidar el ganado.


En la cultura andina, antes de la llegada de los españoles, los pueblos se comunicaban a través de los chasquis, quienes transmitían mensajes e historias de forma oral de un lugar a otro; también, los quipus, que eran para contar y además permitían registrar narraciones orales, eran formas de contener memorias; y los queros, vasijas pintadas, todas con información visual.


Estos objetos que pueden ser domésticos, vistos desde la perspectiva de que se usan dentro del hogar, en el paisaje, en la agricultura, de uso cotidiano en las culturas andinas -ya sea quechua o aymara-, pasan a estar dentro del templo y cumplen una función distinta, que los convierte en sagrados para el cristianismo.


Liliam Aubert es maestra restauradora de arte, a quien le ha tocado hacer muchos inventarios y ha encontrado muchos objetos domésticos. Su experiencia revela cómo se conservan estos elementos, porque es muy distinto restaurar un santo que restaurar un torito de Pukará, porque tienen una carga distinta.


Estas culturas eran muy sofisticadas, con elementos como el gorro de cuatro puntas, en textiles, que tenían una gran cantidad de información; también, las conopas, la puerta del sol, etcétera. Quienes fabricaban estos elementos, se apropiaron de íconos e imágenes que venían desde Europa, pero conviviendo con la iconografía que se utilizaba desde antes; los animales felinos en las cerámicas y tejidos, por ejemplo.


Socoroma queda en los altos de Arica, en la precordillera. En este lugar, vemos que en la restauración aparecieron hallazgos enormes de cerámica saxamar, inca, tiwanaku, que eran las colonias que vivían en ese lugar. Incluso, se encontraron un aríbalo inca (una vasija), macuquinas (moneda de plata antigua), o